Son las 8 de la mañana y queremos aprovechar la buena temperatura para darnos un paseo por dentro del palmeral. Luego volveremos a por las alforjas para ir hacia el Todra.
Tenemos un pequeño croquis del palmeral (que sacamos de Internet) y poco más, así que decidimos dejar que los caminos nos lleven a algun sitio. Por la carretera rodeamos un poco el norte del palmeral para entrarle sobre la mitad.
No hemos encontrado nada para desayunar (de nuevo el ramadán) y cuando llevamos 45 minutos atravesando casas de adobe con miles de palmeras a sus espaldas, el hambra empieza a apretar. Una chumbera nos ofrece la oportunidad de probar sus furtos y Badillo con su habitual habilidad, pela el higo que está riquísimo.
Sin darnos cuenta, hacemos algunos kilometros (creo que algunos de más) hasta que decidimos entrar en el interior del palmeral. Las lluvias torrenciales de la tarde anterior, y el barro no ayudaron mucho a la ciclabilidad de las sendas y la verdad es que el paseo se volvio un pelin incomodo. Como preveíamos, terminamos perdidos en al gun punto dentro de este inmenso palmeral. Por dentro es una especie de laberinto desordenado de huertos, surcos de agua, árboles furtales y palmeras. Caminando encontramos a 2 mujeres que nos indicaron la direccion hacia Tinerhir. Efectivamente, en dirección sur, atravesamos el palmeral y llegamos de nuevo a una carretera que lo flanquea al sur hacia Tinerhir. El palmeral, para nosotros, fue más espectacular desde fuera que desde dentro.
En el albergue descansamos un rato en el que aprovechamos para consultar la meteo en internet (Badillo y yo) y descansar un poco (Rami, que aún seguía renqueante con la diarrea).
Sobre las 12 de la mañana salimos ya cargados dirección a las gargantas del Todra.
Las primeras rampas son bastante duras con las alforjas, pero las vistas desde arriba te hacen olvidar cualquier esfuerzo. De nuevo el horizonte, el adobe, las palmeras y el desierto..
La llegada a las Gargantas del Todra se nos hizo corta. Impresiona ver como la montaña esta literalmente rota por la mitad.
Quizás algunos microbuses de turistas y la cantidad de gente vendiendo todo tipo de cosas hizo que no disfrutaramos del todo del lugar. Justo hasta aquí llegan la agencias de turismo, los bajan corriendo al inicio de la garganta, echan fotos, la recorren a pie (10 minutos) y los recojen al final para volverse por donde vinieron.
Reconforta pensar que vamos en bici y no tenemos prisa. Seguimos hacia arriba, en busca del Atlas y la zona bereber más profunda.
El pobre Rami va en modo "ahorro de energía", esto es: respira y pedalea (que no es poco para la diarrea que aun tiene), Badillo y yo intentamos animarle, y acompañados unicamente de paredes de roca de 50 metros a cada lado y seguramente sin ningun otro ser vivo en kilometros a la redonda, le cantamos todos los exitos de los 70, 80 y 90 . . . estamos felices.
La carretera que sube al Atlas fue asfaltada hace pocos años, esta en bastante buen estado, pero hay muchos rastros de los desprendimientos y inundaciones que ocurren en invierno (en esa epoca a veces se corta el acceso para los coches). La soledad y el paisaje de piedras y roca, la hace muy especial.
No sabemos bien, donde dormiremos hoy. La llegada a Tamtattouchte la hacemos temprano, pero como Rami va debil y tampoco tenemos prisa, decidimos que es un buen lugar, asíq eu buscamos alojamiento en alguno de los albergues del pueblo. Despues de mirar un par de ellos, el destino nos anima a qudarnos en el Albergue Bougafer, que resulto ser un PARAISO.
Si en nosotros quedaba algun rastro de estres, mal rollo, energía negativa . . . o algo así.... Jamal y su albergue se encargaron de hacer que desapareciera.
Jamal, tiene 31 años y es bereber. Tambien es cocinero y músico. Su padre contruyó el albergue que ahora Alí (su hermano) y él regentan. No se trata de ningun establecimiento de lujo. Es un hotel sencillo, con habitaciones grandes, limpias y baño dentro. Además cuenta con varias zonas exteriores: una explanada por si prefieres acampar, una zona cubierta con arcos para protegerte de la lluvia y una gran terraza con una jaima bereber y grandes cojines que miraba al valle.
La sensación de tumbarse en los colchones de la jaima mirando a los campos sembrados y las montañas era de paz total.
La cultura bereber es diferente a la marroquí. Y la gente también. No sólo en su fisonomía, en su forma de ser también. Los bereberes (al menos los que nosotros conocimos) son gente buena, tranquila, sonriente, curiosa y hospitalaria.
Nada más instalarnos, nos invitaron a un te y nos pusieron una especie de merienda . . . (no habiamos comido aún y eran las 5h30 de la tarde).
Rami fue abducido por la jaima junto a su libro y Badillo y yo hicimos un esfuerzo sobrehumano para salir de aquel lugar tan agradable, pero es que se estaba poniendo el sol y la luz sobre el pueblo era increible, asi q ue decidimos coger las bicis y aprovechar para tomar unas fotos.
A la vuelta, Jamal casi tenia preparada ya la cena: un tallin de verdura y pollo que resulto ser SIN DUDA el más rico que habiamos probado en nuestra vida.
Mientras charlabamos tumbados en la jaima, nos preguntabamos si era posible estar más a gusto.... en ese momento llegó Jamal y nos preguntó si nos importaba que tocaran un poco musica bereber . . . en 10 minutos estabamos rodeados de amigos y vecinos, con un rico te reciendo hecho y unos timbales entre las manos.. Como ya escribía antes Jamal es músico y toca el violín. Para mejorar el sonido de este, Jamal había conectado una especie de microfono al violín del que salían 2 cables blancos hasta un amplificador de hace unos 30 años al que cada 5 minutos había que golpear para que volviese a funcionar.
Tocamos las palmas y los timbales, cantamos y nos divertimos. Acabó siendo uno de los momentos mágicos del viaje.
No nos imaginamos un sitio donde estar mejor, así que mañana no continuaremos el viaje. Cambiamos los planes y decidimos pasar otro día más en Tamtattouchte. Me encanta esta sensación, es como si el viaje te llevara a tí.